Efemérides: 20 de junio "Día de la Bandera"

Efeméride del día después: 20 de junio "Día de la Bandera" un festejo muy rosarino

Los 20 de junio se conmemora el día que Manuel Belgrano creó la Bandera Nacional en las barrancas del río Paraná, de lo que es hoy la ciudad de Rosario y en ese entonces una villa de seis cientos habitantes. Realmente la bandera se izó el 27 de febrero de 1812. El 20 de junio es la fecha en que Belgrano fallece, en la ciudad de Buenos Aires, por el año 1820. Pero como en febrero las escuelas están cerradas y las efemérides las hicieron coincidir con el calendario escolar entonces se conmemora el 20 de junio de cada año desde hace ya muchos años.

Belgrano, en su diario escribe que el l 7 de febrero de 1812, a la madrugada para evitar el calor, cruza el cañadón del arroyo Saladillo acompañado por su tropa y se dirige a La Honorable Villa del Rosario.

Se cuenta que en la esquina de lo que hoy sería el cruce de las calles Alem y Virasoro, donde se encontraba la "Posta del Rosario" de don Gregorio Aguirre, lo recibió una comitiva formada por el comandante de la milicia local  el capitán Pedro Moreno, el alcalde de la santa hermandad Alexo Grandoli y algunos vecinos. Desde allí Belgrano dejo el carro en el que viajaba y montando a caballo, alrededor de la 11 de la mañana, entro con su tropa en la plaza Mayor de la Villa. Un espacio abierto sin árboles ni ornatos. En una de sus esquinas estaba la Capilla y el pequeño cementerio, unas pocas casas de adobe y varios ranchos se ubicaban alrededor de la plaza.

Belgrano llegó a la villa para construir dos baterías para defender el litoral del pillaje realista. Veinte días más tarde colocaría a esa pequeña villa en la historia grande de la Patria. No sería con un glorioso hecho de armas sino con el sencillo gesto de izar la bandera celeste y blanca que tiempo más tarde identificaría a la Nación Argentina.



De su muerte ni se habla; pero merece ser recordada.

El texto que sigue son los siete párrafos finales del libro de María Esther de Miguel "Las batallas secretas de Belgrano".

   "Durante todo el día anterior Manuel había presentido el avance de la muerte, hora tras hora. La gente envejece y también muere a distintas velocidades, pensó. ¿Por qué tardo yo tanto? Pero entonces, en la quieta claridad del alba la vio venir, como tantas otras veces la había vislumbrado cuando andaba en afanes de guerras terrenales, en la fila de lanzas que lo aguardaron en las Piedras, en Tacuary, en Salta y Tucumán, en Vilcapugio y Ayohuma , en tantos lugares en que estuvo agazapada. Pero esa vez sería la última. No habría ninguna gambeta. Ya nada más pasaría. Ya ni la muerte podría ser un acontecimiento inesperado.
   La esperó, excluido ya del mundo. Como quien entra en una ciénaga oscura, entró en la negrura con  el aire inmovilizado de sus pulmones y desde la oscuridad y el silencio dijo adiós al mundo y dijo su fiat pero, asombrado, vio cómo de pronto todo se volvía claro y apenas tuvo tiempo de decirse era esto, entonces, cuando dejó de pensar.
   A la madrugada Juana se asombró: el rostro de ojos cerrados, labios mudos, palidez de cera, en el cual ya parecía no podían caber más cambios, se había instalado una nueva expresión, como si algo muy íntimo se hubiera replegado y algo de estatua o máscara burilada por cincel invisible estuviera tallando la cara de su hermano del alma. Alguien había abierto el portalón por donde se sale de este mundo y Manuel se escabulló del universo de los vivos.
   Juana lloró en silencio. Juana se preguntó: ¿a dónde van las almas de los hombres cuando mueren? Juana se dijo: discusión de teólogos esa; yo sólo sé que me he quedado sola. Y en el desamparo de esa bruma matinal se unió al padre Domingo y musitó una oración y su mano cubrió la mirada vacía del hermano y cerró sus párpados.
   - ¿Qué día es hoy? - preguntó.
   - 20 de junio - dijo Juana y tomó una mano de Manuel, y después la otra, y la cruzó sobre el pecho, y puso entre ellas una cruz de madera oscurecida por el tiempo, y miró el reloj antes de caer de rodillas al borde de la cama: eran las siete de la mañana.

   Cuando lo fueron a enterrar no encontraron un pedazo de mármol para la lápida en la iglesia de Santo Domingo, donde había pedido pusieran sus restos; tampoco había dinero para comprarlo. Juana recordó la vieja cómoda familiar, la que había acompañado desde sus bodas a mamá y papá, la que había presenciado desde su rincón partos y muertes y sucesos acaecidos en ese dormitorio de la familia, y mandó recortar un pedazo de su mármol y alguien allí escribió Aquí yace el general Manuel Belgrano.

   En Buenos Aires había ocho periódicos. Sólo uno. El Despertador Teofilantrópico Místico Político, dirigido por el cura Francisco de Paula Castañeda, dio la noticia. El país vivía demasiadas preocupaciones como para fijarse en un detalle tan baladí: la muerte de un hombre."

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