El Barón y Cordelia

 ̶  Buenos días, Barón, hace tres días que lo espero  ̶ Dijo Cordelia sonriendo, ni bien lo vio entrar.

̶  Buenos días, Cordelia, alguna novedad ̶  le respondió sin prestarle atención al comentario.

̶  Bueno… estuvo la Sra. de Hastings. Trajo un tanquecito de una lámpara Miller Tiny Juno un poco abollado y quiere reciclarlo… agregándole lo que haga falta. Es un recuerdo de cuando era chica y lo quiere conservar.

̶ Pero, soy un anticuario no un arregla tutti.̶ Contestó molesto.

̶ Se lo dije, un poco más cortés, a lo que respondió que no quería ofenderlo pero que es su anticuario favorito que lo tiene confianza… Podíamos hacer una excepción, digo... Es una muy buena clienta.

̶ Bien, Cordelia, si está dispuesta a convertir mi negocio en un taller de reparación y reciclado de cosas viejas encárguese usted.

̶ Si le parece, se lo llevo a don José a ver qué puede hacer por nosotros. Creo que habría que ponerle una base que fuera lo suficientemente distinta como para que no se confunda con un intento de imitación de lo que era, sino más bien un objeto nuevo que realce el tanquecito y lo distinga.

̶ Sí, tiene razón, Cordelia, lléveselo a Don José que lo desabolle y le quite la capa de níquel con que está recubierta. Mientras tanto, busque una base que cumpla las condiciones que usted expresó tan bien. Ahora déjeme ocuparme de mi trabajo.

̶ Ya que está aquí, salgo, y no molesto más al Señor Barón.

 Buscó el tanquecito en la estantería que estaba detrás de su escritorio, codeándose con un juego de tacitas decó y unas figulinas Meissen,  lo colocó en una cajita y poniéndose un pilotín y un pañuelo de seda en la cabeza salió a la llovizna de principio del invierno.

El lunes por la mañana había amanecido con un sol que se resistía a abandonar su colchón de nubes. Llegó al negocio a los apurones como todos los principio de semana. Por su puesto, el Barón ni miras de aparecer a esa hora; apenas eran las diez y con suerte asomaría la nariz al medio día… si lo hacía. No bien entró, levantó la persiana y se dirigió a su escritorio. Saco de la cartera una bolsita de nailon, dentro tenía un objeto envuelto en papel de diario. Había conseguido una base para el tanquecito en uno de los puestos del mercado de pulgas. Se sentía satisfecha

Cuando estaba por cerrar, después del medio día para ir a comer algo, llegó el Barón con un señor muy elegante.

  ̶ Buen día, Cordelia. Veo que se está yendo.

̶  Buenos días. La gente suele comer, Barón ̶  le contestó.

̶ Le presento al Sr. Kohen, un viejo conocido ̶  Y dirigiéndose al Sr. Kohen le comento  ̶ Cordelia se ha empeñado en transformar mi negocio en un centro de reciclado de cachivaches.

̶  Buenas tardes, Sr. Kohen, encantada de conocerlo.

̶ El gusto es mío ̶ respondió el acompañante del barón.

̶ Sabe, Cordelia, Kohen es un coleccionista de lámpara de aceite, capaz que puede instruirnos un poco respecto de ese tanquecito suyo. ¿Juno dijo que era?

̶ Sí, pero ahora no lo tengo acá; está en el taller de Don José. Pero puedo mostrarle una fotografía.

Sacó el celular de la cartera y le mostró la foto.

̶ ¡Ah! Un tanque de las pequeñas lámparas Juno de Miller  ̶ dijo rápidamente el Sr. Kohen y como una catarata informativa continuo ̶ Sí, Miller comenzó a fabricar estas lámparas en 1892. Antes de eso había desarrollado un mechero que podía quemar todo tipo de combustibles líquidos derivados del petróleo. El mechero era aplicable tanto a lámparas para iluminación como a estufas para calefacción. La verdad que funcionaba muy bien. Comenzó, asociado con su padre, a producir mayormente lámparas de latón repujado  para Rochester Lamp Company, pero cuando perdió el contrato se puso por su cuenta y sacó este modelito Juno muy similar a las lámparas Rochester. También por esa época obtuvo una nueva patente para una modificación que había hecho a su mechero… Creo que había modificado el ajuste de la mecha. A partir de ese momento llamó a una serie de sus lámparas “La lámpara Miller” que se hizo famosa por estos pagos. Venían en latón pulido o niqueladas como esta que está en la fotografía. Ahora no solo fabricaba lámparas de latón a precios razonables, también hacía lámparas de mayor calidad con tanques de cristal y bases más elaboradas. Pueden obtener más información en el sitio www.edwar-miller-petroleumlampen.de  ̶   Dijo esto último anotando la dirección en una hoja de la libretita que sacó del bolsillo del saco y se la entregó a Cordelia.

Cordelia tomó la hojita que le alcanzaba el coleccionista y le agradeció la información.

̶  Bueno…, vamos a tomar el café que me prometiste ̶  dijo el Barón. - Me imagino que Cordelia puede quedarse un ratito  más.

Salieron dejando a Cordelia sola, sin un chau siquiera.




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