OTRA VUELTA POR LA HISTORIA: BELGRANO

Continúa del 20/6/20


En mayo del año ’12 Belgrano, que se había hecho cargo del ejercito del norte, andaba por Jujuy. Se acercaba el aniversario de la Revolución. Pa’ festejarlo tuvo la idea de reunir a toda la tropa en la plaza y saludar con unos cañonazos a la nueva bandera de la patria.

Volvió a informar al gobierno. Pero… ¡Otra vez! ¡Pero qué desorden! ¡Pero que desobediencia! Decían en Buenos Aires. Y vueeelta el correo pa’ Jujuy. Con la orden de guardar esa bandera. Y esta vez Belgrano se enteró.  Apenado, fue a ver a su amigo Juan de Dios Aranivar, que era un cura de aquellos pagos, para ver si le daba algún consuelo… Después de un rato de conversaciones, le entregó unas banderas al padre Juan y se marchó otra vez al campamento.

El cura esperó que se hiciera bien de noche. Aprovechó la intensa lluvia y se lanzó por la callecita pa’ ir al establo a buscar un caballo. Cargó las alforjas con algunas herramientas… UN buen martillo, unos clavos, algunos fierros con punta y… ¡a todo galope por el  camino!

Debajo de las sotanas atadas con una cinta, iban las banderas camino a su escondite…

¿Qué se tenía entre manos el padre Juan?

Se dirigía a Titiri, un pueblecito cercano, pues ya tenía un plan en su cabeza pa’ esconder esas banderas.

Habrá llegado a Titiri pasado la medianoche. No había un alma por las calles. Ató el caballo a un poste y enfiló por el caminito. ¿A dónde iba el padre Juan? Su destino era la capilla del pueblo… Empujó con fuerza las gruesas puertas de madera… y enteró sigilosamente. Todo estaba oscuro y silencioso. Solo de vez en cuando un el terrible rugido de un truena estremecía la noche.

El padre Juan recorrió a tientas la capilla para asegurarse que no hubiera nadie. Prendió una vela y fijó sus ojos en cada uno de los mueble y adornos que había en el lugar… De pronto su mirada se detuvo en unos cuadros de Santa Teresa.

Eran los suficientemente grandes, y los, marcos parecían resistentes. Despacito, despacito comenzó a sacar las herramientas.

Mientras tanto, en la calle, unos soldados hacían la ronda nocturna como todos los días. Venían charlando de temas militares, cuando al pasar por la puerta de la capilla, oyeron ruidos extraños.

Miraron por una de las ventanas, pero la oscuridad de la noche y la fuerte lluvia no los dejó ver nada.

Desde adentro, unos golpes parecidos a martillazos seguían sonando. Apuraron el paso y fueron hasta la puerta la empujaron y se abrió. En ese mismo momento un rayo de esos que pocas veces se ven iluminó la capilla.

Uno de los soldados creyó ver un bulto que se movía. “¡Alto! ¡quién vive!”, grito. Nadie contestó.

Vuelta a gritar esta vez mucho más fuerte. “¡Alto! ¡Quién vive!  Pero nada…

De pronto una ráfaga cerró con fuerza la puerta de la capilla. Los soldados dieron la voz de alarma y enseguida vino una patrulla. Prendieron todas la velas, revisaron todito lo’ rincones, pero no encontraron nada.

Mientras tanto, el caballo del padre Juan, galopaba a toda velocidá para alejarse de Titiri…

-Pero ¿y las banderas? ¿Qué pasó con las banderas, tiíta?

-Eso no lo sabe nadie, mi niña.

Y hasta el día de hoy las primeras banderas de la patria siguen siendo un misterio…

 

Estas banderas se encontraron a fines del siglo XIX. Se las conoce como banderas de Macha. Pero no se sabe si algunas de esas banderas son las que Belgrano  izó en las barrancas del Paraná en Rosario.




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